En la Edad Media se copiaban los libros a mano. Cuando el copista terminaba era el turno del iluminador, que se dedicaba a dibujar "miniaturas" (ilustraciones) y a decorar los bordes con todo tipo de figuras. Muchas veces utilizaban para pintar oro y plata pulverizados, por eso las páginas parecían brillar y se llamaban a estos libros "libros iluminados".
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